Cuando la vida golpea,
y sientes desfallecer,
cuando la vida traiciona,
y ves caer tu mundo a los pies,
cuando la vida se ríe,
y te humilla una y otra vez,
cuando la vida te roba
y ves impotente lo cruel que es.
Ser fuerte no es optativo,
es obligación, determinación,
para poder seguir en esta lucha
que empieza al latir por primera
vez nuestro pequeño corazón.
Años andando y andando,
sin poder parar a descansar,
sin poder mirar ni tan sólo
un segundo al pasado, volver la vista
atrás.
Ni un segundo de calma, de paz,
pues quedarse rezagado es un trampa,
una trampa de la que tal vez no salgas
jamás.
Pero hay que ser valiente,
mirar a la cara al presente, al futuro,
mirar sin miedo a la incertidumbre,
a cualquier pequeño murmullo
de esa cosa tan extraña como es
la superación, la idea de vivir
seguro,
de poder vencer la batalla, de poder
sentir un segundo de descanso,
de poder respirar profundamente,
de poder tener por un momento
un alma tranquila, sin miedo que
amedrente.
Mirar la vida como un juego,
donde ganar o perder depende
de la única vida de la que dispones,
pensando que lo siguiente que verás
es un horrible y cruel game over,
donde perder tarde o temprano
se convierte en algo planeado
y de lo que tu mente ya dispone.
Pero jugar es divertido,
y tener miedo no tiene
valor ni sentido, porque
vivir encerrado es de cobardes,
y la vida sólo ofrece algo
a los valientes de sangre.
Cuando la vida golpea,
y sientes desfallecer,
cuando la vida traiciona,
y ves caer tu mundo a los pies,
cuando la vida se ríe,
y te humilla una y otra vez,
cuando la vida te roba
y ves impotente lo cruel que es.
Cuando la vida te tiende una mano,
nunca la dejes caer, no desperdicies
oportunidades, nunca te dejes vencer.