Aún recuerdo aquella tarde de
invierno, tu sentado a mi lado, los dos mirando al frente. Hablábamos
de todo y de nada, teníamos todo el tiempo del mundo mientras la
gente pasaba a nuestro alrededor con ese ajetreo asfixiante, nosotros
nos mirábamos tímidos y reíamos con inocentes mentalidades.
-Te quiero-.Me decías con aquella
sonrisa radiante.-Habría querido decirlo antes, pero al final tu te
me adelantaste.- Seguías diciendo con tu dulce mirada que tanto me
gusta.
-Yo pensé que la había
fastidiado-.Respondí tímidamente.-Pero lo tenía que hacer.
Pasaban las horas volando, como palomas
con sueños bajo sus párpados. La noche se ponía, el barullo de la
gente seguía estando, pero solo era un murmullo de fondo, en el
fondo de aquel bonito escenario. ¿Quién dice que el mejor amor es
el de verano? ¿No era aquel de invierno más bello que cualquier
otro de la época estival del año?
Años de felicidad que pasaron volando,
ahora únicamente recuerdos, espejismos tallados en mi corazón,
duraderos como el más duro acero, una vida llena de dicha y
ensoñación.
Es triste pensar en el paso del tiempo,
años de juventud que ya no volverán, la estación estival se está
acabando, y el otoño comienza a clarear, pero no siento pena por
estos años que han pasado, por esa vitalidad que ya no existe en mí,
pues mi amor no es de verano, sino de invierno que todavía a de
venir.
Muy bonico. Me ha conmovido. Esos amores perdidos que son el abono para los venideros...
ResponderEliminarGran relato.
Saludos!
Muchísimas gracias por comentar :) Son ánimos para seguir escribiendo, un saludo!!
Eliminar