Eres mundo que me cohíbe,
al entrar me desnudas sin querer,
dejas libre a mi alma errante,
dejas a mi corazón crecer.
Camino descalza por tu calidez,
no hay frío entre tus brazos,
no hay miedo, nada a lo que temer.
Te amaba incluso antes de saberlo,
un amor que despertó de pronto,
-sin querer-.
Desde entonces no puedo abandonar
este maravilloso y luminoso mundo.
Mundo de tinta y de blanco papel.
Mi alma escribe lo que siento,
mi corazón perfila mis pensamientos,
consigo sacar mis tormentos y secretos,
correr libre por el mundo donde la
palabra
es una dulce y agradable corriente de
viento.
Poder contar cosas que algún día
ocurrieron,
o poder crear hechos que duermen en mis
ojos,
mi cara, mis pies, mi cintura, mi pelo.
Crear lágrimas, crear secretos, crear
ilusiones,
crear todo tipo de horribles tormentos.
Ese es el mundo del papel y la tinta,
al que muchos acuden para buscar
llantos, risas.
Un mundo tan real como la vida misma,
así es la palabra que perdura en el
tiempo
más que cualquier guerra, noble,
artista.
Dichosos son los que entrar saben,
dichosos son los que a escribir se
dedican,
porque son personas libres, porque la
palabra
tiene poderes que a todos se les brida.
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